Todos los años, por navidades,
los deseos suelen ser siempre los mismos. Salud, paz, felicidad, y un largo
etcétera. Son buenas intenciones en unas fechas muy significativas y entrañables
para todo el mundo. El cambio de año del 2019 al 2020 no escapó de estos
anhelos, pero nadie imaginaba lo que se avecinaba. La pandemia del SARS-CoV-2.
En el mes de marzo de 2020, todos
los indicadores de que algo muy inquietante iba a pasar, se cumplieron. Nos
enfrentamos a la mayor crisis sanitaria y económica desde las guerras
mundiales. ¡Nadie lo había sospechado!
La asistencia sanitaria se vio
desbordada en todos los países y el gobierno se vio abocado a instaurar el
“estado de alarma”. Y aún, en la fecha que escribo esto, las cosas
no han cambiado significativamente. Hasta que gran parte de la población no sea
vacunada, estaremos a merced de la evolución de la pandemia.
Posiblemente la mayoría de las personas todavía no conocen a gente que se haya vacunado con las dos dosis. La vacunación ha seguido, en la mayoría de los casos, (a excepción de escándalos conocidos y difundidos por los medios de información) un riguroso orden.
En mi condición de sanitario (médico especialista en anestesiología y reanimación) ya me han sido administradas las dos dosis de la vacuna. Posiblemente seré uno de los primeros espeleólogos en recibirla. Se escuchan demasiadas opiniones sobre la vacuna, que va a ser sin duda la única forma de acabar con esta pandemia.
En este blog puedo contar que el único "efecto secundario" que he notado es dolor en el punto de inyección durante 24 h, nada más. Algunos compañeros sí que han experimentado alguna cefalea, febrícula y algo de cansancio durante 24 h.
Las reticencias a vacunarse carecen de toda lógica; y los beneficios son obvios. Trabajar todos los días viendo los efectos de esta nueva enfermedad dan otra perspectiva diferente a los que solo hablan de oídas, por ello antes de tomar una decisión equivocada hay que informarse adecuadamente.
¡ Nos puede costar la vida !