Misteriosa edad del hielo en el abismo de Castro Valnera
H. Jiménez / Burgos - domingo, 27 de septiembre de 2015
Desde niños a todos nos han enseñado que en el interior de la tierra hay calor. Que a medida que uno profundiza se acerca al núcleo terrestre y que allí hay miles de grados. Lo que resulta difícil de imaginar es que al fondo de un pozo gigantesco se conserven toneladas de hielo.
Eso es justo lo que ocurre en varias de las enormes torcas que salpican los montes limítrofes entre Burgos y Cantabria, en el entorno de Castro Valnera. Allí hay espectaculares neveros permanentes y uno de ellos está siendo objeto de investigación por parte de espeleólogos y científicos que buscan en ese vetusto hielo pistas sobre el clima de nadie sabe cuántos años atrás.
Hace más de 12 años que el Grupo Espeleológico Edelweiss empezó a colaborar con el Proyecto de Investigación Paleoclimática que dirigen dos profesores de la Complutense de Madrid y el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT). De ese equipo también forma parte Ana Isabel Ortega, del CENIEH burgalés, y durante todo este tiempo los estudios realizados en la provincia se habían centrado en Ojo Guareña y Atapuerca, casi siempre en el análisis de estalagmitas, pero ahora se dirigirán a conocer la edad de un enorme nevero.
«Hace tiempo que había llamado nuestra atención el hielo permanente existente en el fondo de algunas torcas, especialmente en el propio Castro Valnera y en la Cubada Grande», explica Miguel Ángel Martín Merino. Probablemente, la más emblemática de todas ellas sea La Grajera, un abismo de 185 metros de profundidad (algo así como un edificio que tuviera 80 plantas) y allí se encontró en 1981 un gran cono blanco.
Carlos Puch , durante la primera exploración de la torca, en octubre de 1981, midió 22,25 metros de hielo y desde entonces, en las sucesivas exploraciones, el tamaño ha ido descendiendo paulatinamente. Se supone que es un efecto del calentamiento del clima como los que se aprecian en los glaciares alpinos, pero los investigadores quieren comprobarlo y, para empezar, saber cuál es la datación de ese bloque.
Por eso, «en la última renovación trianual del citado Proyecto de Investigación Paleoclimática se incluyó como objetivo extraer algunas muestras de hielo del fondo para analizarlas posteriormente e intentar establecer su antigüedad y las condiciones ambientales de momentos pasados», explican desde Edelweiss.
A lo largo del mes de septiembre, miembros del grupo han realizado tres entradas al fondo de la cavidad en las que se ha transportado el material, se ha renovado la instalación, se ha aprovechado para realizar fotografías, se han revisado algunas laterales y se han obtenido las muestras de hielo existentes en su fondo. En una de las incursiones, por cierto, una mujer que formaba parte del equipo resbaló en una pendiente, se rompió una pierna y tuvo que ser rescatada por el helicóptero del 112.
En total han recopilado 8 muestras diferentes de hielo de 20 centímetros cada una, escalonadas en los seis metros inferiores del cono de hielo permanente, y han tomado mediciones de diferentes parámetros ambientales, labor que ha sido realizada fundamentalmente por Roberto García Espinosa y Ramón Alegre con apoyo de numerosos compañeros.
Para asegurar al máximo la validez de estas muestras las introducían inmediatamente en pequeñas neveras portátiles que, una vez en el exterior, se trasvasaban a una pequeña cámara frigorífica que garantizaba la conservación por debajo de 15 grados bajo cero hasta que eran trasladadas a Madrid para su estudio en la Complutense y en el CIEMAT.
Sin pistas sobre la datación.
Eso es justo lo que ocurre en varias de las enormes torcas que salpican los montes limítrofes entre Burgos y Cantabria, en el entorno de Castro Valnera. Allí hay espectaculares neveros permanentes y uno de ellos está siendo objeto de investigación por parte de espeleólogos y científicos que buscan en ese vetusto hielo pistas sobre el clima de nadie sabe cuántos años atrás.
Hace más de 12 años que el Grupo Espeleológico Edelweiss empezó a colaborar con el Proyecto de Investigación Paleoclimática que dirigen dos profesores de la Complutense de Madrid y el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT). De ese equipo también forma parte Ana Isabel Ortega, del CENIEH burgalés, y durante todo este tiempo los estudios realizados en la provincia se habían centrado en Ojo Guareña y Atapuerca, casi siempre en el análisis de estalagmitas, pero ahora se dirigirán a conocer la edad de un enorme nevero.
«Hace tiempo que había llamado nuestra atención el hielo permanente existente en el fondo de algunas torcas, especialmente en el propio Castro Valnera y en la Cubada Grande», explica Miguel Ángel Martín Merino. Probablemente, la más emblemática de todas ellas sea La Grajera, un abismo de 185 metros de profundidad (algo así como un edificio que tuviera 80 plantas) y allí se encontró en 1981 un gran cono blanco.
Carlos Puch , durante la primera exploración de la torca, en octubre de 1981, midió 22,25 metros de hielo y desde entonces, en las sucesivas exploraciones, el tamaño ha ido descendiendo paulatinamente. Se supone que es un efecto del calentamiento del clima como los que se aprecian en los glaciares alpinos, pero los investigadores quieren comprobarlo y, para empezar, saber cuál es la datación de ese bloque.
Por eso, «en la última renovación trianual del citado Proyecto de Investigación Paleoclimática se incluyó como objetivo extraer algunas muestras de hielo del fondo para analizarlas posteriormente e intentar establecer su antigüedad y las condiciones ambientales de momentos pasados», explican desde Edelweiss.
A lo largo del mes de septiembre, miembros del grupo han realizado tres entradas al fondo de la cavidad en las que se ha transportado el material, se ha renovado la instalación, se ha aprovechado para realizar fotografías, se han revisado algunas laterales y se han obtenido las muestras de hielo existentes en su fondo. En una de las incursiones, por cierto, una mujer que formaba parte del equipo resbaló en una pendiente, se rompió una pierna y tuvo que ser rescatada por el helicóptero del 112.
En total han recopilado 8 muestras diferentes de hielo de 20 centímetros cada una, escalonadas en los seis metros inferiores del cono de hielo permanente, y han tomado mediciones de diferentes parámetros ambientales, labor que ha sido realizada fundamentalmente por Roberto García Espinosa y Ramón Alegre con apoyo de numerosos compañeros.
Para asegurar al máximo la validez de estas muestras las introducían inmediatamente en pequeñas neveras portátiles que, una vez en el exterior, se trasvasaban a una pequeña cámara frigorífica que garantizaba la conservación por debajo de 15 grados bajo cero hasta que eran trasladadas a Madrid para su estudio en la Complutense y en el CIEMAT.
Sin pistas sobre la datación.
Por el momento no hay ni siquiera una datación aproximada del hielo. No se sabe si tiene 100, 500 o 5.000 años, pero el año próximo se realizarán nuevos trabajos para completar las labores de exploración, topografía y fotografía y, si fuera preciso, extrayendo nuevas muestras en busca de su verdadera edad. Por el momento todo está abierto.
Carlos Puch me ha enviado información de la primera exploración a esta enorme cavidad en el año 1981, en concreto el 17 de octubre. A la cavidad la denominaron en su día V2, hallando un enorme tapón de hielo que aunque ha menguado sigue allí. Este hielo podrá servir para estudiar como era el clima hace años.
Fotos y Topografía: Carlos Puch
Carlos Puch me ha enviado información de la primera exploración a esta enorme cavidad en el año 1981, en concreto el 17 de octubre. A la cavidad la denominaron en su día V2, hallando un enorme tapón de hielo que aunque ha menguado sigue allí. Este hielo podrá servir para estudiar como era el clima hace años.
Fotos y Topografía: Carlos Puch